Esta técnica de tejido, autóctona y exclusiva de Pile, es la única que permite conseguir sombreros de paja toquilla, con más de 60 puntos por pulgada lineal, lo cual es la calidad suprema en el mundo de los sombreros extra finos. La plantilla, que es la parte circular que cubre el plano superior de la cabeza llega hasta 30 cm. de diámetro. Se empieza a tejer con 8 briznas de paja que Domingo Carranza escoge, como un maestro escoge a sus mejores alumnos. El sombrero fino de paja toquilla es inmejorable, nace en un único y diminuto punto, que es el centro de la figura que se denomina cangrejo, y está formada por el primer entrelazado de las 8 pajas. Paulatinamente, en cada vuelta se van añadiendo nuevas briznas de forma exponencial, con lo cual, al terminar el sombrero se ha pasado de 8 a más de 3.000 pajas. Es importante resaltar que la plantilla es el origen común de todos los sombreros, determina el grado de calidad de la pieza y puede llevar hasta 8 semanas de trabajo.
La copa del sombrero, se teje después de trasladar la plantilla de la mesa plana de trabajo, a una horma de madera dura, la cual servirá de molde para tejer el plano vertical del sombrero de paja toquilla, destinado a cubrir la cabeza. El tejido de los sombreros finos de Montecristi, se ejecuta con el artesano apoyando el pecho en una suerte de torre, que configuran el banco de tejer y las hormas, situando el tejido a la altura adecuada de cada uno ellos. Se fundamenta en la lógica de acercar el tejido a los ojos y no apoyarlo nunca sobre el cuerpo, para no dañar las finísimas fibras. Esta particular disposición, ha pasado por cientos de años de una generación a otra. Se puede tejer del modo tradicional o en una técnica denominada ¨crochet¨ que permite dar un acabado calado, que lo hace más fresco y apropiado para zonas muy cálidas. Una copa puede medir desde los 9 hasta los 15 centímetros dependiendo del modelo.
En definitiva, el grado de calidad de un sombrero se determina midiendo en dos lugares distintos de la copa, observando cuantas veces se entrelazan las pajas en una pulgada lineal. Esta parte de un sombrero de alta calidad puede llevarle a Domingo Carranza hasta 12 semanas de trabajo.
No hay nada más hermoso que el ala de un sombrero perfectamente planchada y moldeada para enmarcar el rostro de su propietario. Tejer el ala del sombrero de paja toquilla es una labor que puede llevar hasta 16 semanas, dependiendo del diámetro de la misma y su longitud desde la copa. En el caso de una pava para dama, puede llegar a los 50 centímetros.
El ala es la parte más delicada del sombrero de paja toquilla, pues es la que siempre está expuesta a roces, torceduras, pinzamientos y demás daños. Sin embargo, es la parte que define el estilo del mismo y provee de sombra, tan deseada en zonas cálidas donde esta prenda es de gran ayuda.
Tradicionalmente, los comerciantes intermediarios mantuvieron el conocimiento de esta técnica alejada de los artesanos. Es este el remate final de máxima calidad, que se le da al ala e imposibilita que el trabajo tejido se deshaga. Aún hoy en día es muy común que estos intermediarios compren los sombreros en crudo y hagan el proceso de acabado en sus tiendas, donde no se confecciona ningún sombrero, como creen los turistas. Hoy en día, artesanos del nivel de Domingo Carranza, no solo dominan estas técnicas, sino que las han adaptado y mejorado para la confección de sombreros súper finos de paja toquilla.
Este remate es más fino y sutil cuantas más hebras tenga el sombrero, siendo de una belleza absoluta en los sombreros extra finos de paja toquilla.
El despeluzado de un sombrero, consiste en darle la vuelta a la pieza y recortar con una navaja muy afilada a ras del tejido los sobrantes de todas las briznas de paja, que se fueron incorporando al tejido a medida que el diámetro de la plantilla aumentaba. Es un proceso lento, que requiere de gran agilidad y máximo cuidado. Pues, con cualquier corte en el tejido, se echaría a perder todo el trabajo.
Para azocar un sombrero extra fino de paja toquilla, se toma la pieza por el revés y se sumerge en un recipiente amplio, donde queda en reposo por media hora. El objetivo de este proceso es que las fibras se hidraten, para que sean nuevamente flexibles y el tejido se contraiga con la presión y la tensión justa que proporciona el artesano a cada una de ellas. Este proceso da un acabado del ala, fino y delicado.
Una vez secos, los sombreros son llevados nuevamente al horno. Allí, se exponen a los vapores del carbón y el azufre, que los ayuda a ganar suavidad y ese tono crema blancuzco tan apreciado en los sombreros finos de paja toquilla. Luego de sahumarlos, se dejan secar al sol para que se fije el color.
El apaleado de los sombreros, es un trabajo que solo los artesanos más expertos y diestros pueden ejecutar. Se toman los sombreros unos dentro de otro, hasta 5, dependiendo de su finura. Se doblan sin llegar a plegar por la mitad, para acto seguido apoyarlos sobre una piedra o tronco de amolar donde son firmemente golpeados con un mazo de madera dura. Se golpean rítmicamente por toda la superficie, pero sin marcar nunca el pliegue, para no romper la paja. Algunos artesanos, espolvorean de cuando en vez los sombreros con un poco de azufre. Este proceso resulta en un acabado de la paja terso y extremadamente suave.
Se trata de planchar poco a poco el ala para darle una línea horizontal que la distinga de la copa. Los sombreros vuelven a las hormas de madera, se entallan con una cinturilla de cuero que los fija y se apoyan en la mesa de planchado. Se calienta la plancha de carbón al rojo vivo, se protege el sombrero con un lino de algodón natural, para empezar a planchar con suavidad, todo el contorno del ala e irle aportando la horizontalidad de la que hasta ahora carecía. Es una labor delicada, donde se debe cuidar de no quemar el sombrero e ir moldeando, poco a poco, la incipiente ala.
Los sombreros extra finos y los súper finos se prensan y moldean a mano. Es esta, de por sí, una ciencia, muy pocos artesanos logran dominar este arte tras décadas de experiencia. Con la ayuda de vapor, planchas, bolsas de arena caliente y moldes de madera, logran dar forma a un sombrero del modo más tradicional. Se trata de un trabajo arduo y prolongado, con el que las joyas más valiosas son moldeadas.
Los sombreros finos, se prensan en prensas mecánicas, donde actúan una matriz, un molde, la presión, la temperatura y el valioso conocimiento del artesano que sabe cuánto prensado necesita cada pieza. Durante este prensado se cose a mano el tafilete, la cinta interior que ajusta el sombrero a la cabeza y que además es la que protege el sombrero del sudor. Una vez cosida, se reprensa de nuevo el sombrero para que el tafilete quede planchado en el interior.
Las especificaciones particulares de cada cliente además de sus medidas, se incorporan en este momento. Es cuando se cosen a mano las cintas, las biruchas, los lazos o plumas, previamente elegidos para decorar. Adicionalmente, se hace la inspección final que cada pieza pasa rigurosamente, antes de enviarse a cualquier lugar del mundo.